miércoles, 23 de enero de 2013

La Despedida

Parecía ayer, cuando me encontraba subida a un avión, muerta de miedo, temblando, y con los ojos llorosos.

O, cuando puse un pie en el JFK, intentando descifrar aquellas palabras que sonaban a chino, y, haciendo esfuerzos porque mi nueva maleta roja,  no se acabara de desmontar.

Como diría mi buen amigo George, -vos sós una desubicada!- desubicada, totalmente desubicada..

Eran las las cuatro de la tarde de un lunes, Veintitrés de Enero, llevaba casi diez horas sin pisar suelo firme, arrastrando esa maldita maleta, que desde que salió de casa se empezó a romper, y, gracias a la delicadeza de los aeroperarios -que no existe esa palabra? quién dice que no?- ahora, le faltaba una rueda, maldita la gracia, justo la que se encuentra en el lado por la que la deslizas.

Perdida, sin rumbo alguno, no sabía hacia dónde dirigirme, así que me decidí por seguir la flechita -como Hanzel y Gretel- de salida.

La salida, abarrotada de gente fumándonse un cigarrillo, mientras esperan taxi.

Decido llamar al programa, una chica se pone al teléfono.

No entiendo nada.

Como puedo, le explico que estoy en el aeropuerto, que si puede venir a recogerme alguien -el programa explicaba que un mini bus rojo nos recogía.

La buena mujer me dice que tienen que estar ahí o llegando, cuelgo.

Espero.
No llega nadie.

Vuelvo a llamar, esta vez lo coge un señor.

Me dice lo mismo.
Espero.

Cómo no llega nadie, me da por pensar, que igual no estoy en el lugar dónde debo estar, además, ni rastro de las demás chicas.

Vuelvo a llamar, la tarjeta es de recarga, así que me estoy quedando sin saldo.

Me dice que me dirija a la salida, -ya estoy en la salida y no veo ningún maldito mini-bus rojo.

No sacamos nada en claro, el teléfono se cuelga, ya es oficial, perdida en Nueva York, y sin saldo.

Me siento en un banco, no puedo contenerme más, y de mis ojos empiezan a brotar lágrimas.

La gente empieza a acercarse a mí, y decirme cosas que no entiendo.

Una hora y cincuenta minutos más tarde, ya me veo sola y desamparada, cuando, un mini-bus rojo se detiene ante mi.

Por fin!! Ya veo la luz!!

Que alegría, te juro, que fue como ver a la virgen.

Un chico se baja y me coge la maleta, la coloca en el maletero, y me pregunta si soy la primera.

Pues, aparentemente, la primera y la única.

Cinco minutos más tarde, empiezan a subir al mini-bus un grupo de chicas, entre ellas, mis amigas las españolas, por lo visto, iban todas en el mismo avión menos yo, que suerte.

Qué alivio, por fin, alguien que habla mi idioma.

Los días en el training pasaron volando, claro que, cualquiera se acostumbra a las camas del Hilton -una de las mejores camas que he probado en mi vida.

En cuanto quise darme cuenta, me encontraba en otro avión, sola, una vez más, muerta de miedo, directo a Charlotte, a vivir con una familia que no era la mía, a cuidar de tres niños, que no eran los míos, un planazo, vaya.

Y aquí estoy, a un día de volver a mis orígenes.

Me llevo mil historias que compartir, grandes amigos, un nivel medio-bien de inglés -que no perfecto-, y, todo sea dicho, diez kilos de más -estoy traumatizada, lo sé.

Mentiría si dijera, que no voy a echar esto de menos.

Quiero agradecer, desde aquí, a toda esa gente que me apoyó en su momento, y a los que no, -chincha revincha, que lo he conseguido-, porque gracias a ellos, abandonar, nunca fue una opción.

He pasado verdaderos calvarios, momentos de debilidad, y de soledad -los cuales me han ayudado muchísimo a conocerme a mí misma-, he vivido el verano más caluroso de toda mi vida, he estado mil veces a punto de matar a esos críos, o de tirarme por la ventana, he tenido home-sick, y he deseado en varias ocasiones no haberme ido nunca -sobretodo, cuando comprobaba que los pantalones ya no me abrochaban-  pero nunca consideré la posibilidad de volver, y, cuando me caía, me volvía a levantar, -o me ponía canciones de Carmen Sevilla.

He conducido entre un tráfico horrible, por carreteras de cuatro carriles -yo, soy de pueblo.

Me he peleado con el GPS mil quinientas veces, -churn wright churn wright, los cojones!!

Me he cruzado con ciervos, erizos, conejos, y esquiroles, y nunca, he atropellado a ninguno, -cosa de la que me siento realmente orgullosa, no te imaginas a cuántos de estos he visto tirados en medio de la carretera.

He tenido la oportunidad de conocer a mucha gente, gente maravillosa, y gente no tan maravillosa; aprendiendo que da igual el sitio dónde estés, pues los valores, son los mismos.

Que los mentirosos están todas partes.

He explorado mis horizontes, y, me he desarrollado, artísticamente hablando.

En definitiva, creo que he crecido, como persona -con mi altura ya perdí la esperanza.

Mañana me espera un avión, en realidad dos, destino Barcelona; el viernes aterrizo.

Aún no me lo puedo creer, es como un sueño, un sueño que ha llegado a su final.

Adiós Charlotte, adiós Carolina del Norte, adiós Estados Unidos, adiós Marshall, adiós Target, adiós Harris Teeter, y, no hace falta que diga nada de esas personas especiales para mí, porque ellos ya lo saben.

No me voy a poner sentimental, porque no es mi estilo.

Así que, tomaros unas copas a mi salud, y nos vemos este verano, o cuando sea, en España, en Argentina, en Brazil, en Perú, en México o en Colombia! ole y ole!

Hoy termina una etapa pero empieza una nueva, y siempre recordaré este año con una sonrisa.


1 comentario:

  1. Preciosa entrada! :)

    Te sigo y te dejo mi experiencia au pair en USA aquí por si quieres echar un ojo o seguirme! Un beso!

    Cómo ser au pair...y no morir en el intento


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